lunes, 8 de marzo de 2010

Obama y el Imperio

BiblioDiversidad_#_20 ---04 de marzo de 2010---

Hoy en BiblioDiversidad nos hacemos eco de la voz de John Pilger, —renombrado mundialmente por sus artículos, reportajes audiovisuales y libros como: Los Nuevos Gobernantes del Mundo y Libertad la Próxima Vez— y presentamos su intervención de 4 de julio pasado en San Francisco, California, en Socialismo 2009, evento donde el eslogan fue: Construir una Nueva Izquierda para una Nueva Era”.

Muchas gracias por invitarme, en especial a mi amigo Anthony Arnove. Estoy muy complacido, particularmente por ser hoy 4 de julio. Es un día propicio para hablar del imperio, de Obama y del Último Tabú de America…
Hace dos años hablé en Socialismo en Chicago sobre Un Gobierno Invisible, término usado por Edward Bernays, uno de los creadores de la propaganda moderna.
Bernays, en la década de 1920, inventó las relaciones públicas como eufemismo de propaganda; y utilizó las ideas de su tío, Sigmund Freud, en una campaña de la industria tabacalera para que las mujeres creyeran que fumar cigarrillos era un acto de liberación femenina y llamó a los cigarrillos “antorchas de libertad”. Y también se involucró en la campaña de desinformación que fue decisiva para el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954.

El Gobierno Invisible de Bernays era la unión de todos los medios de comunicación, RR.PP, prensa, radio, publicidad y el poder de la creación de imagen; en otras palabras, la desinformación.

Hoy, el principal logro de este gobierno invisible es el surgimiento de Barak Obama --efecto_Stress--- y el silenciamiento de buena parte de la izquierda.
Pero todo esto, naturalmente, tiene su historia:
Cuando leí el libro de Walter Lippman [Public Opinion ] -Opinión Pública-, y manual del gobierno invisible, empecé a comprender el poder de las emociones que generalmente van unidas a ideas tontas y malas historias.

Los historiadores llaman excepcionalismo a la noción de que los EE.UU. tienen el derecho divino --o la obligación moral-- de llevar lo que ellos llaman libertad al resto de la humanidad, lo cual es una vieja cantinela.
Esto comenzó cuando franceses e ingleses crearon sus misiones civilizadoras e imponían regímenes coloniales que negaban los más básicos derechos y libertades civiles.

Sin embargo, los europeos eran imperialistas orgullosos, mientras que los estadounidenses pretenden negar su imperialismo.
Cuando México fue conquistado, y los marines enviados a Nicaragua; los textos estadounidenses hablaban de una época de inocencia, los motivos de EE.UU. eran bien intencionados, morales y excepcionales. No había ideología, decían, y todavía es así.

El americanismo o sentimiento pro-estadounidense, es una ideología singular, porque su argumento principal es negar que sea ideología; es conservador y liberal. Y de derecha y de izquierda.

Marc Morford, columnista del San Francisco Chronicle, escribe: La gente espiritualmente avanzada considera al nuevo presidente como alguien que busca el conocimiento y la verdad interior y que puede llevar al planeta a un nuevo modo de ser".

Díganle eso al niño afgano cuya familia fue asesinada en un bombardeo, o al niño pakistaní cuya casa fue destruida por uno de los drones de Obama, o al niño palestino que presenció la masacre causada en Gaza por las armas inteligentes de EE.UU., que según divulgó Seymour Hersh —periodista de la revista New Yorker— fueron provistas a Israel para que las usara allá, y cito textualmente:
"... Sólo después que el equipo de Obama expresó que no se opondría".

Los que se callaron respecto a Gaza son los que ahora condenan a Irán. En cierto sentido, Obama es el mito de ser el último tabú de los Estados Unidos. Su tema más consistente no fue nunca el “cambio” sino el poder.

Obama dijo textualmente: “Estados Unidos es líder mundial en combatir los males inmediatos y en promover el bien final. Debemos liderar la construcción de una fuerza armada del Siglo 21 que garantice la seguridad de nuestros pueblos y avance en la seguridad de todos".
Y dio una notable declaración, la cual cito:
"En el siglo pasado, cuando hubo gran peligro nuestros líderes se aseguraron, mediante la acción y el ejemplo, que los Estados Unidos guiáran y eleváran al mundo, y nos hicimos cargo y luchamos por una libertad ansiada por miles de millones de personas más allá de nuestras fronteras".

Desde 1945, con la acción y el ejemplo, —para usar las palabras de Obama—, Estados Unidos ha derrocado 50 gobiernos, incluso democracias, y aplastado a unos 30 movimientos de liberación, y asesinado con bombas a incontables hombres, mujeres y niños.

Le agradezco a Bill Blum su documentación al respecto.
Obama, el presidente N° 44 de los Estados Unidos (mandato N° 56), ha llenado su gobierno con belicistas, defraudadores de empresas y contaminadores de las épocas de Clinton y Bush; y prometido otra guerra más en Pakistán, justificada por los inaguantables clichés de Hillary Clinton, tales como "objetivos de alto valor".
A los tres días de su toma de posesión, Obama ordenó la muerte de personas en Pakistán y Afganistán.

Y parece que el movimiento por la paz está dispuesto a mirar hacia otro lado y cree que el simpático Obama restaurará, como dijo Krugman, "la nación de los ideales morales".

No hace mucho, visité el Museo Americano de Historia en el famoso Instituto Smithsoniano en Washington. Una de las exposiciones más populares era "El precio de la libertad: los estadounidenses en guerra". Era tiempo de vacaciones y filas de gente feliz, incluidos muchos niños arrastraban los pies por una gruta de Santa Claus de guerra y conquista.

Cuando se iluminaban mensajes sobre la gran misión del país, estos incluían tributos a: "los americanos excepcionales que salvaron un millón de vidas en Vietnam”, adonde fueron "decididos a detener la expansión comunista". En Iraq, otros valientes americanos, "hicieron ataques aéreos con una precisión sin precedentes".
Lo más impactante no es tanto la justificación de dos crímenes épicos modernos, sino la gran magnitud de la omisión.

Como todos, los presidentes de EE.UU., George W. Bush y Barak Obama tienen mucho en común. Las guerras de ambos, y las guerras de Reagan y Clinton — Carter y Ford — Nixon y Kennedy — se justifican por el perdurable mito de que EE.UU. es excepcional; un mito que el finado Harold Pinter describe textualmente como: "Un acto de hipnosis brillante, ingenioso, y de gran éxito".

Obama es creación del marketing corporativo
El inteligente joven que recientemente llegó a la Casa Blanca es un hipnotizador muy refinado, en parte porque es realmente extraordinario ver, en la tierra de la esclavitud, a un afroamericano en la cúspide del poder.

Sin embargo, es el siglo 21, y la raza, junto con el género e incluso la clase social, pueden ser herramientas de propaganda muy seductoras. Por lo cual, muy a menudo se pasa por alto y creo que es lo importante, sobre todo, a qué clase se sirve.

El círculo íntimo de George Bush, desde el Departamento de Estado hasta la Corte Suprema, fue quizás el más multirracial de la historia presidencial, con Colin Powell y Condoleezza Rice; pero también fue el más reaccionario.

La propia presencia de Obama en la Casa Blanca parece reafirmar la nación moral. Es un sueño de marketing. Pero, como Calvin Klein o Benetton, es una marca que promete algo especial, algo emocionante, casi fuera de tono, como si fuera a ser radical, como si fuera a promulgar un cambio. Él hace que la gente se sienta bien. Él es un hombre post-moderno sin carga política. Pero todo eso es falso.

En su libro, Los Sueños de mi Padre, Obama habla del cargo que obtuvo después de graduarse en Columbia en 1983. Describe a su empleador textualmente como: "una empresa consultora para empresas multinacionales". Por alguna razón, no dice quién era o a qué se dedicaba su empleador. Esa empresa, International Business Corporation (IBC), tiene una larga historia por proveer acciones encubiertas para la CIA, e infiltración en sindicatos de la izquierda. Lo sé porque estaba especialmente activa en mi país, Australia….

Obama no dice qué hacía en IBC, y puede no haya hecho absolutamente nada siniestro, pero parece digno de investigación y debate, como un indicio de, quizás, quién es el hombre.

Durante su breve período en el Senado, Obama votó a favor de continuar las guerras en Irak y Afganistán. Votó a favor de la Ley Patriota. Se negó a apoyar un proyecto de ley de atención sanitaria de pagador único y apoyó la pena de muerte.
Como candidato presidencial, recibió más apoyo empresarial que John McCain.

Prometió, como prioridad, el cierre de Guantánamo, pero justificó la tortura, restableció la ley de Comisiones Militares [la ley que rige las comisiones militares para juzgar a combatientes enemigos extranjeros ilegales que participen en hostilidades contra los Estados Unidos por violaciones a las leyes de la guerra y otros delitos juzgables por comisiones militares], mantiene intacto el gulag de Bush, y se opuso al recurso de hábeas corpus.

Yo creo que Daniel Ellsberg , el gran denunciante, tenía razón cuando dijo que bajo el gobierno de Bush hubo un golpe de Estado militar en los Estados Unidos, que le dio poderes sin precedentes al Pentágono.

Estos poderes han sido reforzados por la presencia de Robert Gates, compinche de la familia Bush y poderoso secretario de Defensa de George W. Bush, y todos los funcionarios del Pentágono de Bush y los generales que han mantenido sus puestos de trabajo con Obama.

En medio de una recesión, con millones de estadounidenses perdiendo sus empleos y viviendas, Obama ha aumentado el presupuesto militar. En Colombia, está previsto invertir 46 millones dólares en la nueva base militar que respalda a un régimen apoyado por escuadrones de la muerte y más aún a la trágica historia de intervención de Washington en la región.

En un pseudo evento en Praga, Obama prometió un mundo sin armas nucleares a una audiencia global que en su mayor parte desconoce que Estados Unidos construye nuevas armas nucleares tácticas destinadas a borrar la diferencia entre la guerra convencional y la guerra nuclear. Igual que George Bush, utilizó el argumento absurdo de que Europa está amenazada por Irán para justificar la construcción de un sistema de misiles que apunten a Rusia y China.

En otro pseudo-evento, en la Academia Naval de Annapolis, Obama mintió al decir que Estados Unidos había ido a Irak a llevar la libertad a ese país. Anunció que las tropas regresarían a casa y fue otro engaño. El jefe del ejército, general George Casey, dice, con cierta autoridad, que Estados Unidos estará en Irak por una década. Otros generales dicen que 15 años.

Chris Hedges, autor de “El Imperio de la Ilusión”, lo expresó muy bien:
"El presidente Obama hace algo, pero la marca Obama te hace creer algo distinto. Esta es la esencia de la publicidad exitosa, comprar o hacer lo que el anunciante desea, por cómo te hace sentir".

Y así te mantienen en un estado de infantilismo perpetuo.
La izquierda está paralizada, cooptada.

Pero creo que la verdadera tragedia es que la marca Obama parece haber paralizado gran parte del movimiento anti-guerra, el movimiento por la paz. De 256 demócratas que hay en el Congreso, —30, sólo 30— están dispuestos a levantarse contra Obama y el partido guerrero de Nancy Pelosi [demócrata]. El 16 de junio de 2009, votaron por $ 106 millardos más para la guerra.

El grupo que apoya la salida de Iraq está desactivado. Sus miembros ni siquiera llegan a decir por qué están en silencio. El 21 de marzo, la manifestación en el Pentágono de los Estados Unidos del otrora poderoso grupo Unidos por la Paz y la Justicia –UPJ- sólo atrajo a unos cuantos miles. El presidente saliente de UPJ, Lesley Kagen, dice que su gente no está participando, porque "para muchos de ellos es suficiente que Obama tenga un plan para ponerle fin a la guerra y que las cosas se estén moviendo en la dirección correcta".

Y ¿dónde está actualmente el poderoso movimiento antibélico MoveOn?
¿Dónde está la campaña contra las guerras en Irak y Afganistán, y qué se dijo cuando el director ejecutivo de MoveOn, Jason Ruben, se reunió con Barack Obama en la Casa Blanca en febrero de 2009?

Sí, muchas buenas personas se movilizaron por Obama. Pero, ¿qué le exigían?
Trabajar para elegir a un candidato presidencial demócrata puede parecer activismo, pero no lo es. El activismo no se rinde. El activismo no se calla. El activismo no depende del opio de la esperanza.

Woody Allen dijo una vez: "Me sentí mucho mejor cuando perdí la esperanza."

Yo solía escribir para el periódico socialista italiano, Il Manifesto, en febrero le envié al editor un artículo que planteaba preguntas acerca de Obama como fuerza progresista; pero el artículo fue rechazado. "¿Por qué?" Pregunté.
"Por el momento," me escribió el editor, "preferimos mantener una actitud más positiva ante la novedad presentada por Obama. Vamos a tratar cuestiones específicas, pero no queremos decir que él no hará ninguna diferencia".
En otras palabras, un presidente de los Estados Unidos seleccionado para promover el sistema más voraz de la historia es aprobado y despolitizado por importantes sectores de la izquierda.

Una de mis citas favoritas es de Milán Kundera:
"La lucha del pueblo contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido".
Nunca debemos olvidar que el objetivo principal del gran poder es distraer y limitar nuestros deseos naturales de justicia social, equidad y verdadera democracia.
Hace mucho tiempo, El Gobierno Invisible de la Propaganda, de Edward Bernays, elevó a las grandes empresas desde la condición impopular de una especie de mafia a la de una fuerza patriótica.

El llamado estilo de vida americano comenzó como un eslogan publicitario. La imagen moderna de Santa Claus fue creada por la Coca Cola.

Hoy se nos presenta una oportunidad extraordinaria. Gracias a la caída de Wall Street y el descubrimiento de muchos ciudadanos comunes de que el "libre mercado" no tiene nada que ver con la libertad, tenemos a nuestro alcance la oportunidad de reconocer que algo se agita en EE.UU. que, tal vez, sea desconocido para muchos de nosotros en la izquierda, pero se relaciona con el gran movimiento popular que crece en todo el mundo.

Miremos hacia Latinoamérica. Hace menos de veinte años atrás, había la desesperación usual, las divisiones habituales de pobreza y libertad, los matones de uniforme de siempre conduciendo regímenes indecibles. Hoy, por primera vez, tal vez en 500 años, hay un movimiento popular fundamentado en la revitalización de las culturas indígenas y del idioma. Un populismo genuino.

Los impresionantes logros en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, El Salvador, Paraguay y Venezuela, representan una lucha por los derechos políticos de la comunidad que es verdaderamente histórica; con implicaciones para todos nosotros.
Los éxitos en Latinoamérica se pervierten en el reciente derrocamiento del gobierno de Honduras, porque cuanto menor es el país, mayor es la amenaza de que sea buen ejemplo para extender la emancipación.

En efecto, para luchar contra el dogma del "libre mercado" por todo el mundo han surgido movimientos y organizaciones de base que han politizado a gente común para que defienda sus derechos, como en Filipinas y Suráfrica.
Vean la notable campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones - —abreviado BDS— destinada a Israel. Los buques israelíes están siendo expulsados de Sudáfrica y Australia Occidental. Una empresa francesa fue obligada a abandonar sus planes de construir un ferrocarril que conectaría Jerusalén con los asentamientos israelíes ilegales.

Organismos deportivos israelíes están aislados. Universidades del Reino Unido han comenzado a romper relaciones con Israel.

Así es como fue derrotado el apartheid en Sudáfrica. Y así es cómo comenzó a soplar el gran viento de la década de 1960. Y así es como se ha obtenido toda ganancia: el fin de la esclavitud, el sufragio universal, los derechos de los trabajadores, los derechos civiles, la protección del medio ambiente... Y la lista sigue y sigue.

Eso nos lleva de vuelta a los Estados Unidos, creo que algo se agita en este país. ¿Estamos al tanto de que en los últimos ocho meses, millones de furiosos correos electrónicos de estadounidenses comunes han inundado Washington? Y me refiero a millones de personas. La gente se indigna porque su vida es atacada.
Ellos no se parecen en nada a la masa pasiva presentada por los medios de comunicación.

En los medios de comunicación rara vez se informa de la actitud progresista de la población, porque son subversivos, están informados y son catalogados de antiestadounidenses.

Una vez le pedí a mi amiga, la gran corresponsal de guerra estadounidense Martha Gellhorn, que me explicara el término "antiestadounidense".

"Te diré qué es antiestadounidense", dijo a su modo enérgico. "Es lo que los gobiernos y sus intereses creados llaman a los que honran a los EE.UU. al oponerse a la guerra y al robo de los recursos, y creen en la humanidad.

Me parece que el populismo está creciendo de nuevo en los Estados Unidos, es una fuerza poderosa que tiene una historia orgullosa. De esas bases llegó el sufragio femenino, la jornada de ocho horas, el impuesto sobre la renta gradual, la propiedad pública de los ferrocarriles y las comunicaciones, la ruptura del poder de los grupos de presión empresariales, y mucho más. En otras palabras, la democracia real.
Me parece que algo va a ocurrir. Nadie predijo 1968. Nadie predijo la caída del apartheid, o del Muro de Berlín, o el movimiento de derechos civiles, o la rebelión latina de hace unos años.

Sugiero que sigamos el consejo de Woody Allen, y renunciemos a la esperanza y a cambio escuchemos las voces de abajo.

Lo que Obama y los banqueros, y los generales, y el FMI, y la CIA, y CNN, y BBC temen es a las personas comunes reunidas y actuando juntas. Es un temor tan antiguo como la democracia, el miedo a que de repente la gente convierta su enojo en acción como tantas veces lo ha hecho en la historia.

George Orwell escribió: "En una época de engaño universal, "decir la verdad es un acto revolucionario".
Gracias.

Tradujo y adaptó para ustedes Antonio Rodero.

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